La hidratación es esencial para el buen funcionamiento del organismo, y en verano más que nunca se convierte en una práctica fundamental. Y es que las altas temperaturas hacen que sudemos más que durante el invierno. Por eso necesitamos tomar más liquidos, ya sea en forma de bebida u otros alimentos ricos en agua, como sopas frías, frutas y verduras; hay que recordar que el cuerpo humano no almacena agua, por lo que es básico aportar la cantidad de líquido que pierde durante el día a través de sus distintas funciones y también de la sudoración.

hidrataciónEn verano, es necesario beber alrededor de tres litros de agua diarios, cuya proporción se reparte entre la ingesta de agua y los alimentos que se ingieren. Alrededor de un litro y medio nos lo proporcionan entre 6 y 8 vasos de líquidos, que pueden ser agua, zumos, refrescos y batidos, por ejemplo. También se consigue hidratación gracias a los alimentos que comemos, aportando aproximadamente otro litro y medio de agua. Las frutas y las verduras tienen un alto contenido de agua –cerca del 85% de su peso es agua–, así como la carne y el pescado –con valores que oscilan entre un 50 y un 70% de agua–.

Ahora bien, no solo las altas temperaturas y una mayor sudoración pueden producir una deshidratación si no consumimos suficiente líquido; esta posibilidad se multiplica si nos exponemos al sol, practicamos actividades físicas, y también tiene especial repercusión en ancianos y niños; éstos, porque no siempre piden bebidas cuando tienen sed, y los ancianos, porque tienen menos agua corporal que en etapas anteriores. Para saber si estamos bien hidratado debemos observar algunas pistas que nuestro propio organismo nos da: estado de nuestra piel, que no presente zonas resecas, accesos de sed descontrolados y que no se sacian al beber… son síntomas de deshidratación.

¿Qué nos pasa si nos deshidratamos? Podemos sufrir golpes de calor, vómitos e incluso fiebre. Además de los anteriores, los síntomas más característicos de una deshidratación son: sed, no orinar mucho, dolor de cabeza, piel y boca secas o latidos cardiácos más rápidos de lo habitual. La solución a este problema es muy simple: restituir los líquidos bebiendo agua o bebidas isotónicas. Pero siempre es mejor prevenir que curar, y para evitar las deshidrataciones en verano, lo mejor es consumir líquidos de manera continuada para impedir que el sol y el calor jueguen una mala pasada. Y es que según la cantidad de líquido corporal que se haya perdido, la deshidratación puede ser leve, mesurada o grave. Ésta última puede ser mortal. 

 

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